Fragmento inicial del borrador de Programa y propuesta de logo


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¿qué os parece?



 

En consonancia con el artículo 9 de los Estatutos provisionales del Bloque 1º izq (ec), nuestro Programa parte del reconocimiento de que nos encontramos en un momento histórico con tales características que, ante un capitalismo tardío sacudido por una crisis de imprevisto desenlace, las fuerzas antagónicas al capital no han podido formular todavía con claridad los vectores políticos fundamentales sobre los que articular una táctica consecuente y activa, que haga más efectiva la insubordinación del trabajo frente a este capitalismo insolente.
 
Es preciso nombrar los acontecimientos que condicionan hoy en día una intervención política eficaz. Un juego razonable de las instituciones no es la política. Gracias a la irrupción de las clases trabajadoras con una consistencia inesperada (Grecia, Francia) se ha puesto de manifiesto que la universalidad capitalista es puramente contingente. Una intervención con cuerpos y voces legítimas. Los acontecimientos circunscritos (Grecia, Francia) exigen el camino: o plantamos cara en toda Europa a los designios criminales del capital o estaremos condenados a espasmos estériles. Pero todavía queremos permanecer en la sordera. La práctica es el único imperativo categórico al que nos hallamos sometidos. La acción no puede ser transferida a ningún espacio trascendente. Su ausencia no es más que otra forma de acción sumisa.
 
La globalización es la internacionalización del capital en el siglo XXI. Es el resultado del intento del capital de profundizar en su dominio del mundo. La idea que propugna el capitalismo y los incontables intelectuales a su servicio es que la globalización es tan poderosa que nada puede hacerse contra ella. El corolario que la acompaña es... ¡resignémonos! Pero los capitales-mercancías se disputan el lugar en el mercado. El capital grita su deseo pues lleva inscrito en su ADN la absoluta necesidad de convertir la mercancía en dinero.
 
Nuestro programa no puede seguir ningún modelo anterior, pues todos padecen la enorme rémora de hablar desde una verdad conminatoria garantizada, reduciéndose a un análisis penosamente economicista. Nuestro programa deberá constituirse sobre un esfuerzo de comprensión cada vez más certero sobre lo que podemos designar como ontología de vida del capitalismo actual, ya que es la que teje y desteje nuestras existencias. Una propuesta de vida que no fija ningún objetivo, ni traza línea de meta alguna, asignando la cualidad de permanencia al estado de fugacidad. El tiempo ya no sigue su curso inexorable, sino que simplemente fluye. Reconocer la futilidad de nuestra existencia y aceptarla. Hay cambios, siempre los hay, pero no hay destino, ni punto final, ni expectativa de cumplir alguna misión. Cada momento vivido está preñado a un tiempo de un nuevo comienzo y de su final. Para conseguir ese objetivo la ontología capitalista del presente impone un régimen vital que (con todos los instrumentos a su alcance impone la desestructuración de la solidaridad, desorganiza la cooperación, socava los cimientos de la convivencia) se ha intentado cartografiar mediante una serie de categorías como precariedad, obviedad, trivialización, gelificación, vida líquida, subsunción total (proletariado-puta), etc. El tiempo que vivimos no propone a nuestra juventud ningún principio de orientación de existencia, salvo aquellas formas que colonizando el anhelo de emancipación, se sirven de él para forjar sus propias cadenas (de la publicidad a la LOE).
 
Predecir es muy difícil. Especialmente el futuro.
 
Frente a un oponente poderoso, que de un extremo a otro está rigurosamente articulado, las formas de organización deben saber manejarse incluso sin ningún tipo de comité central, organigrama estratificado o jerarquización paralizante. Todos los interrogantes y una única certeza: el socialismo del siglo XXI debe combatir al capitalismo del siglo XXI.  La organización debe anticipar el objetivo de la emancipación y a través del deletreo de las marcas del poder determinar su carácter, para acercar, conectar el antagonismo social a la ruta emancipatoria. El pensamiento de la emancipación sólo puede realizarse en el trabajo práctico: es en lo cotidiano donde se debe probar cuáles son las condiciones que podrían agrupar los vectores de rebelión sistémica, ya que un plan de organización desarrollado y audaz no será por ahora suficiente. Uno de los desafíos es cohabitar con el planeamiento político institucional existente o comenzar una y otra vez partir de la insistencia de lo real de la explotación; relajar, auscultar el tipo de relación orgánica con los partidos del orden, con el sistema electoral o institucional que sostienen. Debemos sortear una dificultad objetiva: que un maximalismo retórico conduzca a un minimalismo ineficiente. Para aterrizar en el lomo del vampiro hay que adivinar todo su trayecto.
 
El diagnóstico de la crisis actual no es algo baladí, porque tal cumple la función de ser el principio articulador de la política posible y deseable. Se diga así o no se diga.
 
La gran línea divisoria en ese principio articulador de la política contra el capital estriba entre entender la crisis de dos formas distintas: como crisis de subconsumo o como crisis de sobreproducción. ¿Cómo se relacionan estos diagnósticos con la política?
 

Subconsumo
Sobreproducción
Estrategia política
Cambio de políticas gubernamentales
Cambio de modo de producción
Tipo de políticas económicas
Inversión productiva/fomento de la demanda
Cambio en la propiedad de los medios de producción y en la apropiación del producto del trabajo
Tipo de política
Radicalización democrática
Constitución de un nuevo poder y cambio de gobierno
 
Estas visiones no son antagónicas, ya que un subconsumo, distinto al subconsumo histórico que sufren las masas explotadas, se produce realmente en las crisis de sobreproducción. Y en la práctica, es difícil entender cómo se podría llegar a una radicalización democrática sin la constitución de un nuevo poder, que ahora mismo no existe, y sin un cambio de gobierno. Estas coincidencias en la práctica no han de esconder la diferencia: las teorías del subconsumo fácilmente pueden obviar la existencia de ese subconsumo histórico de las masas, derivado de la explotación y del consumo de la plusvalía por parte del capital. En resumen: entender el subconsumo sólo como producto del paro masivo y el abaratamiento del salario de las crisis de sobreproducción o entender el subconsumo como consecuencia de todas las posibles vicisitudes de la plusvalía, que sobre o que falte.
 
Las políticas keynesianas no tuvieron éxito más que después de la II Guerra Mundial, cuando se unieron circunstancias muy concretas: la destrucción casi completa de Europa, la Unión Soviética consolidada como potencia mundial y pueblos cansados de guerra, hambre y miseria con una práctica militar muy fresca. Suficiente como para explicar el temor de las clases dominantes y las políticas keynesianas. Las teorías económicas que no parten de la explotación nos llevan siempre a mirar al lado que no explica dentro de la relación dialéctica economía-política.
 
La izquierda española ha estado más dispuesta a hablar del “imperialismo interior” a España o del “imperialismo exterior” de la Unión Europea, que a analizar la articulación de la cadena imperialista en los 27. Hoy, Alemania propone eliminar el derecho a voto de los estados que incumplan reiteradamente las decisiones en materia presupuestaria en el Consejo Europeo. Hoy, Francia y Reino Unido firman acuerdos militares bilaterales, justificado como recorte de presupuestos entre naciones casi hermanas. Así presentados, estos hechos nos hacen mirar el primero, a la política, cuando debiéramos mirar a la economía; el segundo, a la economía, cuando debiéramos mirar a la política.
 
Éste es el nivel decisivo, es decir, en el que puede haber una política antagónica a la destrucción de las fuerzas productivas que necesita el capital. Pero, en la actualidad, ni una guerra fundamentalmente europea supondría una solución mundial, dado que la reconstrucción europea tendría dos vertientes en lucha: reconstrucción sobre la base de qué capital ¿estadounidense o chino?
 
La política antagónica hoy, más que nunca, se fundamenta en el internacionalismo de las clases explotadas y en su capacidad de respuesta coordinada, por encima de la búsqueda de salidas nacionales. Porque la única consecuencia posible de éstas es la inversión productiva en armas, única mercancía que cumple dos requisitos sanadores en una crisis de sobreproducción: alto poder destructivo y rápido consumo.
 
El Bloque 1º Izquierda (en construcción) ha nacido y se construye para unir en la práctica. Para que esto sea posible, hay que encontrar y señalar el nivel decisivo en el que se desarrolla la política. Ordenar y jerarquizar las innumerables contradicciones abiertas, por un lado, y detectar cuáles son antagónicas y cuáles no, por otro, son los requisitos  para que otra política sea posible. Conocemos dos notas imprescindibles: esta otra política ha de ser internacional, que evite la guerra a la que nos conduce la lucha inter-capitalista; y obrera, que destruya el motivo de la guerra: la apropiación de la plusvalía y su exitosa acumulación.

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