La Política y la Izquierda

La política 

Somos conscientes del sentimiento de rechazo hacia la política y los políticos que corre paralelo al propio desprestigio de la “política” y que en buena parte viene originado por el enorme eco que los casos de corruptelas y corrupciones han encontrado en los medios de comunicación así como por la sensación que se ha instalado en buena parte de la opinión pública respecto a que las personas que muestran públicamente inquietudes políticas o trabajan en “política” lo hacen por intereses privados más que de la colectividad. 

Los partidos tradicionales, atados a las subvenciones recibidas vía aportaciones institucionales (sean subvenciones, sea por cargos institucionales, sea por acuerdos de gobiernos y cogobiernos, etc.) han supuesto burocratizar su práctica y la generación de “pequeños poderes” para los aparatos que los manejan.

La realidad es que cada vez cuesta más trabajo encontrar en las instituciones un partido político que pueda considerarse un ejemplo cívico de ética política.

Frente a esta impresión social, frente a estas prácticas, frente al peligro de “berlusconización”, creemos necesario recuperar la dimensión social de la política, su componente ético. Para ello es necesario actuar y trabajar en política asumiendo pautas de conducta acordes con estos valores y esto es especialmente necesario para las personas que ocupan cargos públicos representativos.

Esta actitud tiene naturalmente que reflejarse en la forma de funcionamiento interno y externo de este grupo y debe cristalizar en la configuración de una cultura organizativa y política propia, original, basada en:
  •  La ética personal y colectiva. 
  •  El compromiso programático contraído con las personas militantes, activistas, afiliados/as, adscritos/as, colaboradores/as, simpatizantes, y con la sociedad.
  • La democracia interna.
  • La transparencia en los debates.
  • El respeto a todas las personas y todas las ideas.
  • La libre expresión de ideas y opiniones.
  • La coherencia entre la práctica interna y los planteamientos públicos.
  • La voluntariedad y libertad del compromiso político.
  • La lealtad y la autodisciplina.
  • La participación y el debate previos como instrumentos para la toma de decisiones.
  • El consenso como método idóneo para lograr acuerdos lo más adecuados, unitarios e integradores posibles.
  • La reflexión y la elaboración colectiva como medio de articular la participación activa en la elaboración de programas, la horizontalidad, y la socialización de conocimientos.
  • El respeto a la libertad de discrepancia.
  • El rechazo de la política como profesión o medio de conseguir intereses privados.
  • La rotación en los cargos.
  • El trabajo en red.
Entendemos que sólo el ejemplo de una práctica política basada en estos principios y actitudes puede contribuir a devolver a la política la dignidad que se merece como actividad intelectual, humana, ética, de carácter social, dirigida a gestionar los asuntos públicos, los intereses de toda la ciudadanía y especialmente la de los sectores más desfavorecidos, más débiles de la sociedad.

Esta es nuestra propuesta para construir el camino de forma colectiva y conjunta.

La izquierda

En la actualidad asistimos a un panorama de cierta confusión y división dentro del campo de las ideas y la práctica de la izquierda política y social.

Las personas que no nos sentimos identificadas ni con una izquierda “mediática”, obsesionada con lograr la conquista y permanencia en el poder de las instituciones políticas, ni tampoco con una izquierda “autoritaria”, cerrada sobre sí misma, que se ha inclinado excesivamente del lado del dogmatismo, la ortodoxia, la verticalidad y la rigidez, encontramos dificultades para poder encontrar los instrumentos organizativos adecuados que nos permitan desarrollar nuestras inquietudes políticas a través de una participación que sea gratificante y enriquecedora para las personas.

La izquierda en este país no ha sabido adaptarse a la democracia incompleta que tenemos. Por muchas razones, entre otras destacamos: 

- Se siente “cómplice” y/o “rehén” del PSOE. El miedo a aparecer frente al partido que ha gobernado y gobierna.

- La entrada en las instituciones no ha provocado un cambio real. Se han mantenido los modelos establecidos: clientelismo, enchufismo, cargos a dedo, coches oficiales, empresas “del partido” o “de las amistades”, etc.

- Se ha abandonado, por regla general, la reflexión colectiva, la profundización en el debate (existe incluso falta de debate), lo que supone también andar a tientas, que ni tan siquiera haya una línea clara y coherente.

- Más que formar e informar, se manipula y se desinforma. No se fomenta el pensamiento crítico y la autocrítica y en demasiadas ocasiones las organizaciones se convierten en núcleos de intereses materiales (ya sea por trabajo, por “ascensión social”, por protagonismo, etc.), o en pequeñas sectas, que como tales, tienen comportamientos sectarios: no se acepta a quien disiente, se le margina y, lo que puede ser peor, se le demoniza y se le denigra.

- Los métodos usados distan de ser participativos y democráticos, al tiempo que, lejos de fomentar la crítica constructiva y reflexiva, se fomenta el caudillismo, el personalismo y el utilitarismo.

- Se ha amparado en “aparatos” que controlan todo

Por lo tanto, cuando nos definimos como parte de la izquierda transformadora queremos reforzar nuestro compromiso por trabajar hacia el cambio y la mejora del entorno que nos rodea. Conscientes de que el progreso y el cambio social sólo se consigue desde el inconformismo respecto a lo que no nos gusta de la realidad y la búsqueda de nuevos paradigmas. 
Esta actitud excluye nuestra dedicación exclusiva al campo de la política institucional y la lucha por el acceso a cotas de poder político. La política es un instrumento más (no un fin en sí mismo) para el cambio social, pero ni es el único ni siempre es el más útil. Los cambios sociales requieren ineludiblemente el cambio de las personas individuales, de sus actitudes y de sus valores, y el de las relaciones sociales, y esos cambios difícilmente se alcanzan únicamente dictando nuevas leyes u ordenanzas o con la gestión de los presupuestos públicos. Por el contrario, será el trabajo desde abajo, la creación de conciencia cívica y el activismo social, como podremos transformar la realidad.
Por ello proponemos el trabajo a través de una agrupación independiente, flexible, abierta y de carácter local. Un trabajo voluntario. Que sea satisfactoria. Que nos permita definir y construir alternativas de progreso a los problemas que afectan a nuestros municipios y a nuestros/as conciudadanos/as. Que nos sirva para intervenir y, en la medida de nuestras posibilidades, aportar ideas y acciones en el debate de la izquierda y de la política en unos ámbitos más generales. Para, desde el respeto mutuo y la colaboración dentro de la diferencia, avancemos en construir otra sociedad, otro mundo.

1 comentario:

Miguel Pasquau dijo...

... Pero una izquierda que aspire también a "convencer", no sólo a "decir" su verdad. Para eso tiene que ser dialéctica, y estar contínuamente mirando a la realidad. No basta con la autocomplacencia del discurso impecable. No hay izquierda real sin gente, sin capacidad de convocar energía política. No se trata de construir un discurso en función de las preferencias demoscópicas, pero sí de saber apuntar a los nudos de la realidad que atenazan a los ciudadanos. Se trata de competir. Incluso electoralmente

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